Santo Domingo. El reto que tiene el país de mejorar la calidad de la educación no debe limitarse a la educación básica y media. Las evaluaciones internacionales también dejan muy malparada la calidad de nuestra educación superior.En el ranking del 2015 realizado por Quacquarelli Symonds Ltd (QS) para posicionar las universidades de la América Latina y el Caribe, la mayoría de las universidades dominicanas quedan en la cola. La PUCMM aparece en la posición 175 entre 395 universidades latinoamericanas evaluadas, seguida por UNIBE que se coloca en la posición 181. Más distante aparece el INTEC en la posición 308, la UASD en la 310, la UNPHU en la 322, la O&M en la 337, la UCE en la 354, APEC en la 370, la UCSD en la 374, UNICARIBE en la 375, y UCATECI en la 391.
Como se observa, el panorama es realmente deprimente. ¿Cuánto esfuerzo, voluntad, tiempo y recursos se requerirían para convertir el parque de las universidades dominicanas en centros de excelencia de educación superior? Es difícil poder dar una respuesta precisa, pero mientras los recursos que manejen nuestras universidades, públicas y privadas les impidan, por ejemplo, contar con un cuerpo de profesores altamente calificados, a tiempo completo y con vocación hacia la enseñanza y la investigación, con laboratorios de clase mundial y bibliotecas bien dotadas, no parece posible que la calidad de nuestro sistema de educación superior mejore significativamente en los próximos 30 años.
Hace bien el Gobierno al fomentar, con el otorgamiento de becas, que estudiantes dominicanos meritorios puedan ingresar en universidades extranjeras que, en promedio, están mucho mejor calificadas que las nuestras. El esfuerzo que ha hecho el Estado dominicano, sin embargo, todavía resulta insuficiente. En el caso del sector privado no se advierten iniciativas de este tipo, a pesar de que éste sería uno de los más beneficiados de que miles de jóvenes dominicanos puedan estudiar en buenas universidades extranjeras y regresar luego a trabajar en el país.
Actualmente 1,574 dominicanos se encuentran estudiando en universidades y otros centros académicos de EUA, un nivel relativamente bajo si se tiene en cuenta que Jamaica y Honduras, países con un ingreso per cápita en dólares internacionales de paridad de poder adquisitivo 39% y 66% más bajo que el nuestro, respectivamente, actualmente tienen 3,157 y 2,059 de sus nacionales estudiando en universidades estadounidenses. De los 1,574 dominicanos que estudian en los EUA, 777 están en programas de licenciatura (Jamaica 1,554, Honduras 1,202), 224 en maestrías (Jamaica 566, Honduras 247) y 63 en doctorados (Jamaica 307, Honduras 99). No se dispone del desglose del enrolamiento por universidad. Pero son muy pocos los que han logrado ingresar a las 25 mejores universidades de EUA, lo que agrava el caso dominicano.
Esto, definitivamente, es alarmante. Cuando echamos un vistazo a la presencia asiática en las universidades de EUA, resulta obvio cuáles sociedades han comprendido el valor de una educación superior de calidad y cuáles no. China tiene actualmente 360,091 estudiantes en EUA, el 30 % del 1,194,780 extranjeros actualmente inscritos en los centros académicos de ese país . Es cierto que su población es 127 veces la nuestra, pero la presencia de estudiantes chinos en los EUA es 229 mayor que la dominicana. Y esto no se debe a que los chinos son en promedio más ricos que nosotros, pues no lo son. El ingreso anual per cápita en China, en dólares internacionales PPP, es de 13,324, un 6 % menor que el nuestro. El tsunami de chinos en las universidades norteamericanas se debe a que las familias y el Gobierno de China tienen muy claro el valor que tiene una educación superior de calidad para estimular el progreso de las familias y las naciones.
Lo mismo sucede en el caso de Vietnam, país que en noviembre del 2015 tenía 28,883 estudiantes en los EUA, 18.3 veces lo que tenemos nosotros. En parte esto se debe a que su población es 8.5 veces la nuestra, pero si se tiene en cuenta que su ingreso per-cápita es 60 % más bajo que el nuestro, está claro que los vietnamitas están muchísimo más conscientes que nosotros del valor de una educación de calidad.
No descarto que algunos piensen que la educación de calidad esté sobrevaluada como variable explicativa de la probabilidad de éxito de una persona y de desarrollo de las naciones. Es cierto que en el pasado muchas personas pudieron progresar económicamente sin contar con una preparación académica de alto nivel. Quizás porque encontraron un país virgen en el cual crear una empresa para incursionar en segmentos desatendidos en algunos mercados les permitió triunfar. O porque gracias a la ayuda del Gobierno pudieron beneficiarse de las rentas que se obtienen en mercados monopólicos y/o protegidos de la competencia internacional. O porque heredaron empresas exitosas de sus progenitores. O porque pudieron hacer dinero estableciendo relaciones comerciales y contractuales con el Estado. O porque fueron beneficiados por exenciones fiscales insostenibles. O porque en algún momento pudieron beneficiarse de las mieles del poder o de la corrupción.
Todas esas fuentes explicativas de progreso o “éxito” económico están cerrándose o terminarán cerrándose en el mundo globalizado en el que estamos viviendo hoy o en el que tendrán que trabajar y vivir nuestros hijos. Cada vez hay menos nichos abiertos para la rápida acumulación de riqueza. La apertura económica se ha llevado las rentas del proteccionismo y del monopolio. Las empresas heredadas cada vez más enfrentan la tensión de nuevos y más agresivos competidores. Las tensiones fiscales hacen menos probable la extensión indefinida de las exenciones fiscales. Las presiones por la transparencia en las relaciones Estado-privados y la persecución cada vez más globalizada de la corrupción, permite proyectar un mundo cada vez más difícil, complicado y competitivo para nuestros hijos y nietos. Podemos dejarle muchas empresas y dinero. Pero si no le dejamos la mejor herencia, una educación de clase mundial, las demás podrían desaparecer y evaporarse.
¿Qué podemos hacer frente a esta realidad? Lo que están haciendo los asiáticos, tanto sus gobiernos como las familias: comprender que la probabilidad de éxito de nuestros hijos y nietos estará íntimamente relacionada con la calidad de la educación superior que logren obtener.
Eso implicará sacrificios de nosotros los padres y abuelos. Pero no hay opción. Estaremos mal como país si el tema central en el desayuno, almuerzo y cena en nuestros hogares, todos los días, no es el de la importancia de una educación superior de calidad.
El Gobierno debe operar como faro que indique el camino a una sociedad que todavía no da señales de estar consciente que el tiempo se acaba y que ya no hay más tiempo que perder. ¿Qué podría hacer el Gobierno?
Actualmente, el Gobierno asume un sacrificio fiscal de RD$877 millones por los incentivos al sector cinematográfico. Decenas de “películas” se producen anualmente gracias a esos incentivos. La nación se beneficiaría más si el Gobierno elimina esos incentivos, crea un fondo de RD$100 millones anuales para asignarlo a los 4 mejores guiones que resulten seleccionados por una Comisión de Expertos Cinematográficos, y toma los restantes RD$777 millones (US$17 millones), para otorgar anualmente becas a estudiantes meritorios provenientes de hogares de bajos niveles de ingreso que sean admitidos a programas de licenciatura, maestría y doctorado en las mejores universidades de EUA y Europa.
Quizás algunos empresarios se animan y le plantean al Gobierno crear una Alianza Pública Privada que establezca un fondo para enviar 500 estudiantes dominicanos todos los años a las mejores universidades de EUA y Europa. Quién sabe si a su regreso, algunos de los egresados nos enriquecen con guiones de películas que puedan, en un futuro, poner el nombre del país en la entrega de los Oscar.
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