BARAHONA. Desastre. Es la primera impresión que salta a la vista cuando se llega al hospital Regional Jaime Mota, de Barahona. Al entrar por un lateral que lleva a la emergencia se observa a obreros que trabajan en una construcción que lleva más de cuatro años.
Al tomar el camino interior de la emergencia se llega a la sala de partos y al frente está la de perinatología, divididas por un pasillo de menos de un metro que empleados, pacientes y visitantes toman de atajo para llegar al laboratorio clínico y a otras áreas de servicio.
El centro no dispone de una unidad de cuidados intensivos neonatal, a pesar de tener un promedio de 11 nacimientos al día, de los cuales, alrededor de tres bebés terminan en la sala de perinatología, ya sea porque nacieron prematuros, con infecciones heredadas de la madre, problemas congénitos y respiratorios.
El área permanece llena porque refieren pacientes de las zonas aledañas, como Neyba, Tamayo y los pueblos de las costas, en donde los establecimientos de salud no poseen ni siquiera un área para aislar a los bebés que nacen con esas características.
Son dos salas que tienen en conjunto 18 cunas y seis incubadoras, con equipos básicos para la atención neonatal y seis médicos pediatras que deben cubrir varias áreas: consulta general, emergencia, sala de internamiento, perinatología y recibir a los recién nacidos.
Eso se evidenció el pasado miércoles, cuando al visitar la emergencia pediátrica, ésta estaba cubierta por una médico pasante de ley y una enfermera que evaluaban a los enfermos, llenaban los expedientes clínicos y, si el caso lo ameritaba, contactaban la especialista del área.
El director del hospital, Cornelio Rodríguez, dijo que además, los pediatras hacen guardias presenciales y de llamadas, debidamente programadas para que el médico pueda descansar.
Dijo que después de una labor de 24 horas consecutivas, los médicos terminan la postguardia agotados y si no tienen descanso pueden cometer errores, que en medicina pueden ser mortales, por eso parte de la solución es contratar más especialistas.
Pero esto no es lo único malo en el hospital Jaime Mota, pues allí abunda la impureza desde los techos sin plafones, con alambres sueltos y humedad por doquier.
En las habitaciones de la sala de internamiento materno los techos están plagados de telarañas, los pisos y las paredes están sucios y despintados, lo que los convierte en un foco de alta contaminación.
Los equipos de sonografía y otros de imágenes están obsoletos y algunos ni siquiera existen, como el de resonancia magnética, y es evidente la falta de aparatos e insumos del laboratorio clínico y también el deterioro de la planta de energía eléctrica.
Ese día a las 11:00 de la mañana se interrumpió el servicio energético, a pesar de que el hospital está incluido en el plan de 24 horas, la planta de emergencia entró segundos después, pero presentaba problemas y se interrumpía constantemente la electricidad, aumentando el riesgo de los bebés que están bajo ventilación.
Lo único que se ve limpio es la zona de internamiento pediátrico y porque está recién hecha.
Después de los casos de muertes de varios recién nacidos, las autoridades del Ministerio de Salud Pública y del Servicio Nacional de Salud (SNS) dijeron que priorizarán las áreas de atención materna neonatal en la reconstrucción de la infraestructura.
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