Xavier Carrasco
En las democracias representativas, los senadores tienen una tarea fundamental: voz de la ciudadanía en el Senado o, como también se conoce: la Cámara Alta. Pero, en muchos casos, la inoperancia y la falta de acción concreta de algunos legisladores generan descontento y frustración.
Su inoperancia (la de un senador) no solo implica la ausencia de resultados visibles, sino, también, la incapacidad de asumir su rol como representante del pueblo.
Desde el incumplimiento de sus deberes legislativos hasta la falta de conexión con las problemáticas reales de sus votantes, estas conductas erosionan la confianza ciudadana en las instituciones democráticas.
Un senador que no propone proyectos de ley o cuya participación se limita a temas de poca trascendencia refleja desinterés en las prioridades de su provincia o el país, desde una perspectiva más amplia.
Deben ser un vaso comunicante entre los problemas locales y las soluciones nacionales, es decir, si no mantienen un contacto activo con sus electores o electoras, pierden la perspectiva de las necesidades reales de la población que le eligió.
Su ineficiencia tiene efectos graves en el sistema democrático, por un lado, disminuye la capacidad del Congreso para abordar temas críticos, por el otro, desmotiva a la ciudadanía, fomenta el abstencionismo, así como el desinterés político.
Además, cuando un legislador no cumple con sus funciones, deja espacio para que otros actores, muchas veces con intereses particulares y oscuros, influyan de manera desproporcionada en la agenda política.
Esa inoperancia, incluso, puede derivar en la aprobación de leyes que estén alejadas del interés colectivo. Ciudadanos y ciudadanas tenemos derecho a estar informados sobre actividades, propuestas y logros de sus representantes.
Para ello, las plataformas digitales y los observatorios ciudadanos son herramientas claves que facilitan el monitoreo de la labor legislativa. Además, elegir representantes comprometidos con el bienestar general es fundamental para prevenir la inoperancia y garantizar un ejercicio político responsable.
La ciudadanía electora, por tanto, no puede permitirse la indiferencia frente a un senador que no cumple con su deber y, por tanto, resulta fundamental alzar la voz, exigir resultados y recordar a los/as legisladores/as que su mandato no es un privilegio, sino una responsabilidad.
Una democracia saludable depende de con representantes comprometidos/as con el interés colectivo y, sobre todo, debe existir una ciudadanía que esté vigilante.
La política, definida por Aristóteles como una ciencia que se ocupa del ser humano en la sociedad, no debe ser un espacio para la comodidad y el oportunismo, sino un servicio constante al servicio del interés colectivo.
*Autor: abogado de formación, comentarista de radio, político y dirigente del PRM
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